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Que se levanten los muertos,
por Katia Aparicio

Todo empezó con la monarquía
en el viejo continente
por el poder, por la seguridad
de unos cuantos.
Con los imperios y colonizadores
miopes.
Subyugando y atacando al pobre,
al hecho trizas.
Al vagabundo, al gitano,
al trovador y sabio de reconstruir
la vida de la dulce vida buena.

¿Qué representa la corona
de la realeza monárquica?
¿Qué representa para ustedes
la corona; el símbolo del poder;
de la muerte, estúpido e inhumano?

Masacrando y saqueando a Abia Yala,
que luego les ponen como nombre:
"Descubrimiento de América".
Al indio, a mi raza cobriza, canela,
morena, madre tierra.

Los primeros derechos de la mujer
y del hombre, deberían ser
el derecho a la vida,
el derecho a la salud, vivienda,
educación, nutrición familiar
básica.
El derecho laboral, ¡no patronal!
Como lo cuestiona la constitución
capitalista y el patrón,
junto con el sistema, transnacionales
e imperialismos.
¡No más, basta ya!
¡No más, basta ya!
Sólo organizándonos tenemos
la fuerza, los obreros,
los sindicatos y los pueblos.

Me siento en la prisión retraída,
muy retraída.
Palidecida, mustia, taciturna,
mi entraña adolorida.
Me han golpeado y amordazado
los verdugos, las hienas.
Me han quemado parte de mi cuerpo,
me han puesto la mordaza
y ya me han violado. Como se ríen
a carcajadas y ahora,
me dan de patadas.
Mi piel humedecida,
frío, frío, mucho frío
invade mi cuerpo,
totalmente desnuda.
El calabozo oscuro,
la picana ardiente;
todo es doloroso.

¿Cuántos de ustedes han estado
en los calabozos oscuros?
¿Cuántos de ustedes han sido
torturados?
¿Cuántos de ustedes han sido
amordazados?
Cuando te arrancan las uñas,
quemados, violados, drogados.
Por Pentotal; guerra psicológica.

Pero no diré nada.
Pero no diré nada.
Por más que me torturen
prefiero morir, antes de delatar
a mis compañeros.

La orden del general, es arrestar
todos aquellos que atenten contra el
sistema, la patria de unos cuantos.

Los desaparecidos de Uruguay,
Paraguay, Bolivia, Perú, Argentina,
Chile, en la pampa triste y árida.

Mineros del salar, del salitre.
El cobre y el indio, se baten
en una lucha constante.
Los muertos que día tras día
caen como cucarachas empalidecidas
de cobre tóxico y el salario
del obrero, migajas y más migajas
de dinero. La explotación del
hombre por el hombre.
Las dictaduras, duras y sangrientas.
Agrietadas fosas de desaparecidos,
hermanos, compañeros, pido un minuto
de silencio.

Gritaban, lloraban al norte, al sur,
este y oeste del continente.
Y el mundo entero, muertos, muertos
y más muertos.
Y Bolívar y el Ché,
y Martí y Guillén,
y Violeta Parra
y Adelita y Lolita,
y María y Sandino,
y Nora Moreno,
y Zapata y Pancho Villa.
Los muertos han escrito
la historia, con sangre,
en su poesía.
Su canto, ese grito de rebeldía
que no podrán acallar jamás
mientras mentes y corazones,
latiendo, latiendo,
enfrentando,
enfrentando,
el sufrimiento será liberado,
la sangre será liberada.

Sudáfrica, Hiroshima, Nagasaki,
Vietnam, Somalia, Bagdad, Palestina,
Irak, Colombia, Panamá, Puerto Rico,
Cuba, República Dominicana, Granada,
Guatemala, Honduras, El Salvador,
Nicaragua, México, Tlatelolco,
Tratado de Libre Comercio,
y aquí en el norte,
¿qué estamos haciendo?
Insolentes, enfermizos, acogotados,
estúpidos, desposeídos, insólitos,
torturadores, invasores.

No escupan más, ¡no maten más!
No, no, no, que ya no, que ya no.
Sin mierda, sin estupidez.

Que se levanten los muertos,
que se levanten los pueblos.
Que se levanten mis hermanos,
mujeres, hombres y niños.
Que se levanten los muertos
en vida, que se levanten
que se levanten.
Que se levanten todos.

Vamos juntos, empuñemos
nuestras manos, de papelillos
de colores,
el sol naciente, de horizonte
humano.
Madre tierra, somos hermanos.
Sólo el amor lo puede todo,
sólo el amor lo puede todo.

No más muertos, no más sangre.
Quiero reír, quiero reír,
quiero reír.

Llorar de felicidad,
llorar de felicidad.
De amor humano,
de conciencia liberada.

Pero no olvidar
ni las avenidas, ni las calles,
ni los hombres ni colores
de ojos, ni colores de piel, no colores
de rostros, ni de hermanos,
ni de compañeros.

Quiero reír, quiero reír,
quiero reír.
Pero no traicionar,
pero no traicionar,
pero no olvidar,
pero no olvidar.
Madre de los muertos:
¡levántate!


San Francisco, California.
23 de octubre de 1993.

Publicado en: Poesía Panameña Contemporánea –Antología de 41 autores- Edición, selección y prólogo de Luis Carlos Jiménez Varela. Panamá: Editorial del Centro de Investigaciones Educativas y Nacionales. Panamá, mayo de 2001.


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