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Son fuertes los corceles. Cruzan por la llanura
bajo el fastuoso incendio del cielo matinal
y el choque de sus cascos contra la tierra dura
forma una pavorosa trepidación bestial.
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Son fuertes los corceles. Su impávida figura
muestra en las curvas finas la estirpe divinal.
Pasan —modelos vivos de bárbara escultura—
sorbiéndose las ráfagas del aire tropical.
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La selva los conoce. Los ama la floresta.
La solitaria pampa vio una estruendosa fiesta
cuando en tropel migraron, formando una invasión. . .
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Y, soberanamente magníficos y grandes,
dijéranse los hijos de Ixión y de los Andes,
con crines montañosas y patas de ciclón.
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Del libro: El Palacio del Sol
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