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Tierra panameña. Tierra Prometida
que el Creador formara para bien del mundo.
Tierra prodigiosa y fértil que convida
al trabajo intenso y al amor fecundo.
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Tierra de mi patria; la gentil princesa
de un cuento de hadas, que naciera un día
de un bullir de olas de color turquesa
y un rumor de músicas.... Bella tierra mía!
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Tierra del ensueño; cálida sultana
tendida a la sombra de frescos plantíos;
donde es más amable la existencia humana,
donde están proscritos todos los hastíos;
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donde las mujeres tienen el encanto
de una indefinible gracia seductora
que arranca la espina que nos hiere tanto
y en la herida ponen miel reparadora.
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En la arena ardiente que tus playas borda
y que el mar –tu paje – sin descanso besa;
en la cantinela monótona y sorda
que el aura te brinda desde la maleza.
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En el palio inmenso de tu claro cielo
donde el sol – tu novio – riega sus fulgores;
en la exuberancia de tu virgen suelo,
donde están fincados tus sinos mejores.
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En las intocadas vetas de tus montes,
que han de ser un día tu mayor tesoro;
en la magia artística que a tus horizontes
le dan tus ocasos de púrpura y oro.
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En el salmo eterno del rio que corre
levantando copos de blancas espumas;
en la voz del bronce desde la alta torre;
en tus alboradas vestidas de brumas.
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En tu sol quemante que todo lo aviva;
en tu blanca luna como el casto anhelo;
en tu "mano" adusto y en tu chola esquiva
que baja los ojos presa de recelo.
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En tus noches llenas de paz de arrullos,
de misterios hondos y silencios graves,
en que están de fiesta ranas y cocuyos
y duermen los niños y callan las aves.
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En tus leves brisas cargadas de aroma;
en el mar de espigas de tus arrozales;
en tus verdes llanos y tus verdes lomas
donde el viento mece los cañaverales.
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En toda la gama de los ricos dones
que la Providencia concederte quiso,
hay como un despliegue de palpitaciones
divinas que han hecho de ti un Paraíso.
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Por eso, el que sabe de emoción y vida;
el que en ti concentra todos sus amores,
tiene que llevarte siempre florecida
en sus más ocultos huertos interiores.
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Tierra panameña, donde no hay mezquino
sentimiento; tierra que de amor se entrega;
alcázar magnífico para el peregrino
que con pies cansados a tus puertas llega.
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Tierra embrujada cuando el sol se apaga;
tierra cautivante cuando nace el día;
tierra cuyo amparo cariñoso halaga
todos los espíritus. Bella tierra mía!
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Tierra que ofreciste tus propias entrañas
en gesta sublime de desprendimiento,
para beneficio de gentes extrañas
que muy poco saben de agradecimiento.
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Tierra generosa; tierra hospitalaria;
Deja que en mi voto más sincero diga;
(y que sea este voto mi mejor plegaria)
"Que Dios desde el Cielo siempre te bendiga!"
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Revista Lotería, Noviembre 1962, No. 84
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