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Al blando impulso de ansiedad secreta,
como en velera nave, de improviso
vamos dejando el puerto en que una tarde
soltamos al amor el primer rizo.
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Hablando tú de ensueños y esperanzas,
yo de recuerdos y tristezas hondas,
vimos aquella tarde a dos amantes
perderse en el silencio de las frondas.
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Eran dos blancas aves, dos palomas
que al nido en rauda procesión volvían,
y que al entrar en él, muy dulcemente,
algo que no recuerdo se decían.
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Hubo en tu acento castidad de arrullos,
en mi palabra melodías suaves,
y tras breve aleteo nuestras almas
volaron juntas como blancas aves.
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Y desde entonces, sin echar de menos
los frescos lauros y las verdes palmas,
me pregunto, mirándote en los ojos:
¿A dónde irán así nuestras dos almas?
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Publicado en: El Cronista, Panamá, enero 12 de 1906.
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