|
Es inútil, mi bien; que en otro pecho
quieras hallar el don del alma mía,
tras de mi frente lánguida y sombría
hay un cielo que el hombre no soñó. . .
|
Pero en tanto sepulta en el olvido
la historia de mi amor, fugaz mujer. . .
si horizonte de bello colorido
a tus plantas festivo se ha extendido,
no recuerdes las dichas del ayer.
|
Desecha, sí, de tu memoria impía
el recuerdo inmortal de mi pasión;
bien puede en noche transformarse el día
sí al impulso fatal de mi agonía
se estremece tu frágil corazón.
|
Tu recuerdo de amor en mi alma ha muerto
pues nuevo aliento a mi esperanza doy,
quise bajar hasta el sepulcro, yerto;
mas, salvando tan lóbrego desierto
sobre las cumbres del orgullo estoy.
|
Y vivo alegre como tú, dichosa,
ven a mirarme si te place, ven;
con el fulgor de tu mirada odiosa:
en medió de mi noche borrascosa
he fabricado para mi un edén.
|
Y aquí no alcanzan a batir su vuelo
ni el ave errante ni el halcón rapaz
porque viven esclavos en el suelo
y nunca pueden remontarse al cielo
do alegre vivo para siempre ya.
|
En vano intentas amargar mi vida
con tu desdén abrumador y cruel,
yo llevo el alma para siempre herida
pero esta llaga para mi querida
es menos dura que tu engaño, infiel!
|
Tú que al deleite sin pudor te inclinas
marchitando el honor y tu hermosura
en medio de tan negra desventura
serás amada pero no feliz .. . . . .
|
Publicado en: El Aspirante, año I, Número 13, Panamá, marzo 28 de 1891.
|