 |
|
|
|
Al fondo del vaso ríe
la cucharilla de plata;
y mientras bebo, tus ojos
–fulgurantes como dagas–,
se clavan, como sedientos
de amor, en mitad de mi alma.
|
Dame a besar esa boca
donde el almíbar se cuaja
y resplandece la sangre
de la más fresca granada,
mientras que tus ojos, niña,
se beben mi sangre pálida.
|
Haz que tus trémulos brazos
como dos víboras bravas
al duro tronco de un roble,
se enrosquen a mi garganta
y maten en mí a este loco
de las ebrias carcajadas.
|
Pero, ¿qué tienes? ¡Tus ojos
lánguidamente se opacan
tras la neblina del llanto,
cual si en lo azul de tu alma
vagara una sombra negra
en ala de mis palabras!
|
¡Que al fondo del vaso ría
la cucharilla de plata!...
¡Pon al vuelo tus espasmos,
y deja que en noche amarga
tus ojos cándidos, niña,
se beban mi sangre pálida!
|
Publicado en: El Cosmos, N° 5, Panamá, 1° de febrero de 1897.
|
|
|
|
|
|
 |