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Un día vínose hasta mí la patria
envuelta en los deberes acuciosos.
Vestí la autoridad como se viste
el novio que se casa en vez primera.
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Creí en la Ley y la hice valedera:
me alcé contra el pasado y sus quimeras.
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Un día la patria vino como un ángel
y me cegó su luz de mil estrellas.
Un día la patria me llamó violenta
y yo le contesté: “Heme aquí. Ordena.”
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Publicado en: Estación de la sangre (Poema en dos tiempos).
Premio Miró, 1995.
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