|
Victoriano no quiso la venda
al momento de encarar la muerte.
Sus ojos eran brasas que acusaban
y los verdugos no lo soportaron.
(por eso lleva un trapo sobre el rostro
la foto que lo muestra destrozado.)
|
Sentado en una silla,
de espaldar alto,
recibió cinco descargas en el pecho.
|
(De frente al mar murió aquella mañana.)
Y sus ojos ya no miraban al mar
con desconfianza: abiertos al asombro de la muerte.
Pero un rugido enorme, como de olas en agonía,
prestó sonido al torrente enmudecido
que nacía de su pecho acribillado.
|
Hoy toda nuestra sangre derramada,
con todas nuestras muertes apagadas,
son riachuelos que nacen de la fuente
de aquel pecho de luz abierto a balas.
|
Publicado en: Estación de la sangre (Poema en dos tiempos).
Premio Miró, 1995.
|