|
Lorenzo era menudo de cuerpo
y usaba un sombrero blanco-cielo.
El sable de General de División
le llegaba hasta el pecho
y era del color de la miel su tez,
olorosa a maíz y a guanábanas silvestres.
|
Victoriano no había estudiado en West-Point
ni había tomado cursos de contra-insurgencia
ni leía mapas militares
ni recibía cables y telegramas de Washington.
(¿Ya te dije que no cobraba sueldos
ni pasaba informes de inteligencia
a la Embajada Norteamericana?)
|
Era un sencillo relámpago en combate;
un hijo de la tierra de este istmo.
No usaba guerrera de botones dorados
ni portaba revólver Remington, de seis tiros
y cacha de nácar, al cinto.
Ni hombreras con estrellas y galones
con charreteras y barras.
|
Lorenzo no fumaba ni asistía
a los dorados salones de Bogotá.
Jamás bailó un pasillo con frágil dama capitalina,
semi-desmayada entre sus brazos. Ni bebió champaña.
|
Victoriano miraba al mar con desconfianza.
|
Y había un “Tratado” anclado en la bahía.
|
Publicado en: Estación de la sangre (Poema en dos tiempos).
Premio Miró, 1995.
|