Sonetos del amor sin secreto,
por Roberto Luzcando
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I |
Se odia una mujer durante el día.
Se quiere por la noche a manos llenas.
Y en sus pechos que son como colmenas
te mueres en el alba ya tardía.
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Se quiere una mujer con su porfía
y gritas cabizbajo, muerdes venas
encima de la flor que a duras penas
te da cuando no es noche ni es de día.
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Y buscas el amor como una aguja
en el pajar de un gesto o una palabra
o entre la hierba seca de un suspiro.
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Y entonces, como garra que no estruja,
abres la mano y en un abracadabra
le pegas al amor certero tiro.
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II
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Es un fuerte apretón de manos, dentro,
lo que da el corazón enamorado.
Un relámpago duro, desalmado
que golpeara, de súbito, en el centro.
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Un camino de luces que no encuentro,
un esquivo jardín iluminado
con antorchas de beso desatado,
que me incendian el cuerpo cuando entro.
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Se quiere una mujer que el mar ensancha
cuando en la nave de su lecho nombra
arpones y abordajes, al moverte.
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Se quiere una mujer y hay una mancha
diabólica que apaga luz y sombra,
como estando en la punta de la muerte.
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III
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Todo este amor no es más que una botella
llena de agua marina, soterrada
entre la arena frágil y olvidada
de una isla que quiso ser estrella.
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Todo este amor ya no es la cosa bella
donde quedó la muerte arrinconada
como un niño de piedra, amedrentada
por el abismo de su propia huella.
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Todo este amor no es más que una mujer
que se quiere en jazmín, a puro frío,
para luego apretarla contra el pecho.
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Todo este amor y no la hará volver
a sentirse caliente y hecha un lío
cuando su piel invades, trecho a trecho.
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Publicado en: La Estrella de Panamá, 2 de febrero de 1969,
bajo el título Tres Sonetos de Roberto Luzcando.
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