|
|
|
Sonetos a la Madre, Soneto II,
por Roberto Luzcando
|
Nadie comprende lo que vas guardando
en los atardeceres de mi ausencia.
Nadie comprende la vedada esencia
del nombre que a tus penas voy buscando.
|
Un niño en mi memoria te va amando,
irrumpe en el trigal de tu presencia,
crece hasta mí -ternura y reverencia-
y entre tus faldas duérmese temblando,
|
como en las viejas noches, cuando el lobo
tan blanco del invierno lo asustaba
con sus aullidos frente a las estrellas.
|
Al pie de tu recuerdo yo me arrobo,
¡oh madre!, que hasta el llanto me cargabas
cuando perdido fui por otras huellas.
|
Premio del Club de Leones, 1958.
Del libro: Sonetos son.
|
|
|
|
|
|
|