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PARA IR CON EL VIENTO
(Elegía paterna en once cantos),
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Desde los manglares te siguió la muerte
como un viejo marino a quien algo le debieras
y te sembró señuelos en los pasos:
signos de peces, rémoras de olvido.
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Ya te esperaban, padre, en el submar,
te aguardaban a pleno mediodía
los gemelos malignos del zodíaco
que flecharon tu muerte presentida.
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Ya te aguardaba entre caracoles,
el maleficio turbio de la muerte
y bajaste con lápices de plomo
a escribir leyendas bajo el agua.
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Por eso, buzo perdido, lámpara del fondo,
levanta los ventalles de tu yelmo
y mírame sin muerte desde el final del océano,
desde tu verde cabina donde guías los cardúmenes
y conmueves, a pulso, las honduras
como un triste almirante
aprisionado entre las algas.
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Del libro: Para ir con el viento.
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