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Oriundo soy de tu memoria, muerte,
vine de tus instantes congelados
con las palabras y los pies gastados,
como la hierba detenida y fuerte.
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Alrededor del mundo voy inerte
con mi marino amor, diseminados
entre los pétalos y los venados
mis abejorros que no quieren verte.
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Tus alcancías de infinito lodo
aguardan las monedas de mis dientes
con mis sonidos blancos en desorden.
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(Conoceré el ciclón que en cierto modo
entre la flor ocurre, y los valientes
jaguares de rocío que me aborden.)
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Del libro: El tripulante de la sombra.
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