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Conto debía morir. . . . ¡Caprichos raros
de una suerte muy llena de rigores!
En Colombia la muerte sus furores
ejercita en los hombres más preclaros.
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Sí, los que son resplandientes faros
esos perecen! Y causando horrores
se salvan los cobardes, los traidores,
los torpes, los mezquinos, los avaros. . . .
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¡Ah Conto! Tu grandeza yo lograse
no tanto por un nombre que, brillando
como el tuyo, a las gentes asombrase,
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sino por merecer el beso blando
conque la muerte ya me libertase
de ver lo que en Colombia estoy mirando!
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Del libro: Ensayos Poéticos.
Publicado en: Rodolfo Caicedo y su obra poética, de Nydia Alicia Angeniard.
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