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Para Erasmo Méndez |
Tras de la cordillera de los Andes se esconde,
sumida entre la niebla, bajo el nivel del mar,
mi vieja Aldea querida, mi vieja Aldea en donde
el nombre de mi madre aprendí a modular.
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A veces en mis ansias la llamo y me responde
así como el perfume lejano del lugar. . .
y a ratos he pensado que no me corresponde
y que ya me ha olvidado cansada de esperar.
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Quién pudiera de nuevo recorrer sus senderos,
sus lagunas, sus valles, sus extensos potreros,
sus granjas y sus baños y vivir en su unión. . .!
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Y después cuando caiga y se extinga la vida,
tener para los huesos, de esa tierra querida,
como postrer caricia, un oscuro rincón.
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Del libro: Retazos Liricos.
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