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La voz de los crepúsculos incita
a los grandes cerebros soñadores,
a dormir al amparo de las flores,
bajo el perfume de una margarita.
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Esta hora del crepúsculo, bendita,
hora en que se acrecentan los dolores,
hace surgir de nuevo los amores
en toda alma que siente y que medita.
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Por eso, en estas horas indecisas
al amparo risueño de las brisas
y a la pálida luz de alguna estrella,
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pensando en el prodigio de su seno
yo me he sentido noble, y grande, y bueno
por el orgullo de sentirme de ella.
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Del libro: Retazos Líricos.
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