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Llega el alba. La suave noche declina,
La luna, ya muriente, su lumbre pura
riega sobre la fronda de la espesura
enchapando la cresta de la colina.
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El viejo sol descorre la gran cortina
de los cielos profundos.... Una figura
atraviesa el silencio de la llanura
y se pierde en las sombras de la neblina.
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Cuando llegó a la cima de la montaña,
hacia el borroso punto de la cabaña,
el labrador anciano clavó los ojos:
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pensó en sus pobres hijos: bajó la frente,
mientras que de su acero fino y luciente,
brotó alegre un reguero de rayos rojos.
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Del libro: Retazos Líricos.
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