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Sobre el mar que ama más que las playas lodosas
que lo ensucian al acariciarlo, los acantilados
sombríos donde sus aguas se rompen pero
no se manchan, cruzan presurosas las embarcaciones.
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Todas confían en su llegada; pero el mar siente
a veces la vergüenza de su grandeza herida,
y reacciona, sepultando las naves en su seno.
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Así la grandeza sublime de la calma vuelve
a reinar sobre sus aguas.
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Las confiadas barcas de la ilusión se aventuran
también sobre mi alma. Pero quién puede
garantizar que llegarán?
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Algo muy profundo me hace sentir a veces
la belleza de los mares sin barcos y de las almas
sin ilusión, y al hundirse las barcas, la tremenda y
terrible serenidad del mar llega a reinar
sobre mi alma.
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(Eva)
Del libro: Primicias.
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