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De las rosas ayer repletas de vida y de fragancia
no quedan ya más que los tallos secos e hirientes,
extremecidos por el caer de los últimos pétalos.
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Con tristeza los contemplo, y, sin querer,
pienso en mis ilusiones.
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Pero la vida sigue y en el rosal nuevas rosas
comienzan a abrirse, y en mi alma sorprendida
ante aquella maravilla, palpita algo nuevo y
desconocido que me dice que la vida no puede
detenerse; que la vida nunca se detiene y que
hasta el día en que mis ojos se cierren para
siempre, florecerán en mí las divinas rosas de
la ilusión.
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Del libro: Primicias.
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