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Ese lunar que adorna tu mejilla
y sabe de tus púdicos rubores,
ha sido inspirador de unos amores
con una sencillez que maravilla.
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Allí sobre la tersa aristocracia
de tu rostro divino y hechicero,
luce todas sus galas, altanero,
como un emperador de suma gracia.
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Y porque incita grato a la caricia
del roce de mis labios ardorosos,
ha de fundirse en besos rumorosos. . .
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Y en una transfusión embrujadora,
tu lunar se unirá, como un suspiro,
a la vida fugaz de otro suspiro!
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A Miss Emmy
1924
Del libro: Sonatinas
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