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Tu piel aún bronceada por el sol,
demarcan con arrugas en tu cara
el duro y arduo de tu bregar diario
y dolores que la vida dejara.
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Padre, hoy que tu cuerpo cansado
se desploma y tus pies avanzan lento,
apóyate en mi hombro y caminemos
al paso que me inspira el sentimiento.
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Las montañas recordarán tu canto
cuando tu fiel machete se escuchaba
y aunque llegabas exhausto a casa
siempre con un relato, yo contaba.
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Al contemplarte en tus años maduros
déjame recostarme en tus rodillas,
quisiera detener el tiempo un rato,
y sentirme a tu lado cual chiquilla.
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Del libro: Cuando las palabras danzan al ritmo del sentimiento.
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