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Oh, mi adorada, ven! Junto a la fuente
del callado jardín, bajo el romero,
esta noche cual nunca, amada ausente,
suspirando de amor, cuánto te espero!
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Aquí, bajo el ramaje de las frondas
donde sonrientes nos verá la luna,
yo te contaré mis penas hondas
y mis sueños de amor y de fortuna…
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Con qué impaciencia tu retorno aguardo!
Con cuánta angustia mi pasión te espera!
y está triste por tu ausencia el nardo
y llora, inconsolable, la pradera.
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En el rosal perfuman los jazmines
presintiendo tu vuelta, tierna amada,
y al no oír el vibrar de tus chapines
se entristecen, ansiando tu llegada.
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Pero no volverás a mis rosales,
y en vano, triste, aguardaré en la cita,
la que me dio sus besos pasionales
y se durmió en mis brazos, Margarita!
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Te fuisteis a las fúnebres regiones
donde en silencio sepulcral reposas,
y al volar con tu velo de crespones
te lloraron mis aves armoniosas.
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Y está por eso triste el limonero
que llora su dolor junto a la fuente,
donde te di mi casto amor primero
y te besé en los labios y en la frente.
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Esta noche queriendo recordarte
como en aquella inolvidable cita,
he venido al jardín para evocarte,
¡oh, mi tierna y amada Margarita!
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1920.
Del libro: Poemas Galantes.
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