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Árbol de corotú, que en el camino un día,
nos diste tu sombra acogedora y grata,
mi alma se estremece y de emoción se llena
siempre que vislumbro tu silueta en la distancia. |
Porque aquella tarde trágica
la hora postrer de mi madre parecía…
de su pecho la vida se escapaba
y, lívida la faz, ansiosa la mirada,
horas pasó de angustia,
bajo tu sombra amiga…
mas, tras ardua lucha,
recobróse al fin y el temporal dominio
ganó en el juego inestable de equilibrio
de fuerzas que es la vida. |
Y sentí gratitud. Sentí que el sol, el viento, el campo
y, sobre todo, tus amistosas ramas,
cantaban y reían,
cantaban y lloraban…
y en su canto expresaban
el júbilo y contento de mi hermana
y la inmensa emoción del alma mía.
Desde entonces, tu tronco venerable,
agachado por el peso de los siglos,
se ha grabado en mi cerebro mientras viva.
así inclinado a lo ancho del camino. |
Hoy al ver de nuevo, con despacio,
tu noble viejo tronco centenario
y advertir los muñones de tus ramas,
como brazos truncados
por la maldad humana,
sentí dolor de hermano
y admiración profunda por tu pena y tu silencio;
me invadió el optimismo de tus verdes retoños
que ahora, como entonces, parecen seguir riendo,
o cantando muy quedo, como en un dulce coro,
al paso de los vientos. |
Mi madre aún vive, mi viejo árbol amigo;
mas, contados son sus días…
yo bien lo sé y aquí una pena llevo,
para siempre escondida
_muy oculta y muy honda_
donde guardo tu recuerdo.
Yo quiero que lo sepas, porque somos hermanos
y sentimos y sufrimos de igual forma,
con valor y en silencio. |
Sabiendo ya lo inútil de quejarse y llorar,
cuando llegue el día fatal de su partida
_que al fin ha de llegar_
hasta aquí vendrán mis pasos, igual que en aquel día;
y apoyado en tu tronco, bajo tu sombra amiga,
pensando en mi madre y postrado de rodillas,
rezaré un Padre Nuestro y un Ave María. |
Del libro: Momentos Líricos
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