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Aquí estamos, al fin,
¡Oh viejo Canajagua!
después de tantos años
de admirarte a distancia;
de quererte en silencio
como a un viejo amigo.
Al fin nos encontramos
y de veras te digo
que la emoción que siento,
es grande, es intensa;
y por ello las nieblas,
los árboles y el viento,
están todos de fiesta.
Mi amor es el mismo
que te tienen las flores
y te tienen los árboles
y pájaros cantores.
Para ellos eres todo
y para mí eres símbolo
de la patria pequeña,
la patria que añoro
cuando me encuentro lejos;
la única que cuenta,
la única que adoro,
si he de serte sincero.
Y ya que aquí estamos,
tú que eres ya viejo,
tal vez podrás decirme
la clave del misterio
de todo este mundo
que se extiende a tus plantas
y esotro tan inmenso
que está sobre nosotros
(Tan cerca y tan lejos)
y hacia todos los vientos. . . |
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
Siento una honda tristeza
de pensar que es tan breve
mi paso por tus reinos;
que hasta tú que eres grande
y lindas con lo eterno,
tal vez en cien mil años
ya no seas más que un sueño,
un recuerdo, o la nada.
Más… serás mucho tiempo
después que ya no exista
ni siquiera un recuerdo,
de mi ser, de mi vida. . .
y ojalá que grabases,
en tu alma de gigante
siquiera un bosquejo
de este dulce coloquio.
Que aquí los dos tenemos. |
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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¡Si pudiera volver
Una vez cada cien siglos!
y encontrar en tus piedras
algún nombre querido;
y ver las nuevas flores
que adornan tu cabeza;
oír los nuevos trinos
de tus alados huéspedes;
sentir tu suave clima
y tu perfume agreste. . .
y oírte, hora tras hora,
contarme tus idilios
con nieblas y con brisas,
crepúsculos y auroras. |
Más. . . me aterra pensar
que, al volver, tú me digas
que la misma crueldad
aún existe en el mundo;
que la humilde hormiga
sigue siendo agresiva;
y que siempre voraz,
la sin par golondrina,
tan tierna y tan fina,
de apariencia tan pura,
hace presa en pequeñas
y aladas criaturas. |
Y que ese repugnante animal que es la araña,
todavía a los hombres en todo se parece:
en la forma traidora, cobarde y aleve
de tender largas redes y artísticas trampas;
en una palabra, que Dios aún no pudo
mejorar ésta su obra,
cambiar la estructura imperfecta del mundo,
por una muy otra,
sin sangre, sin muerte, ni dolor ni miseria.
_Un mundo de seres amables, perfectos,
que el cielo y la tierra
repleten de amor e inunden de gloria,
sin la sombra de un mal pensamiento_
_Y que sus vidas llenen
el espacio y el tiempo
en inmortal aurora_ |
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
Pero bien. . . existimos
he aquí lo importante,
lo actual, lo de ahora;
del tiempo infinito,
gozar el instante.
Somos dueños del aire,
la noche, la aurora. . .
y del silencio, el espacio
y el cielo y millones de astros
que desde sus puestos remotos, lejanos,
nos hacen señales
de ser muy felices, ufanos
de estar también ellos
gozando el instante;
y sin preocuparse,
ni cómo ni cuándo,
termine todo esto. |
Del libro: Momentos Líricos
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