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Aún está negro su cabello. A veces
pienso que el Tiempo, como yo, venera
esa cabeza noble y altanera,
esa alma grande, buena y sin dobleces….
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Y sin embargo, su semblante cruzan
surcos profundos, que los Desengaños,
más que la acción secreta de los años,
sufrimientos recónditos acusan.
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La ruin Ingratitud doquier le acecha,
pero siempre está en pié. Siempre en la brecha
luchando contra bajas mezquindades,
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con tal tesón, que a veces lo imagino
con el dulce semblante del Rabino
andando sobre el Mar de Tiberiades….
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Del libro: Vibraciones
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