Para Lola Collante
Ilusiones viajeras, recuerdos aromados de días que había olvidado….por qué habéis vuelto en esta noche de Abril?
Es la luna? Es el ambiente saturado de perfumes exóticos y enervantes? Quién sabe!
Ilusión que se fue…. Bien lo dijo aquella noche mientras navegábamos bajo un palio de estrellas silenciosas: “Ves esas dos olas que, al costado del barco, se han juntado? Ves cómo ruedan juntas, gemelas? Ve….ya se desunieron. _No se encontrarían nunca más. _Una irá a derramar sus amarguras blancas en lejana playa; la otra se estrellará con un gemido doloroso contra el negro costado de un barquichuelo, bañándolo de azahares fosforescentes, mientras hiere el silencio de la noche la voz del pescador, la barcarola nostálgica que se perderá en el aire con temblores húmedos de recuerdos…”
Bien lo dijo: dos olas que marcharon gemelas y luego un tumbo del barco las alejó para siempre….
Sensitiva, dulce, evocaban sus pupilas, a veces añoranzas lejanas, a veces tragedias desconocidas.
“Que quién soy yo? Yo misma no sé. _Yo misma no me comprendo. Muchas veces al mirarme en el espejo, me parece que “me he visto” en otras edades._ Usted no cree en la transmigración de las almas? Yo sí. _Quizás fui yo una princesa encerrada en un castillo, una princesa cruel que gozaba en la agonía de sus trovadores. Oh! Yo debo muchas muertes. No hay besos más dulces que los que se reciben de los labios aun tibios en una cabeza truncada, mientras nos miran unos ojos ya sin luz. Besos como los que saboreó Salomé de los labios del Bautista…. En mis pupilas hay copiadas muchas agonías de otras pupilas….Por eso dicen que son bellas, que son misteriosas, que son trágicamente negras…! Tienen que ser negras a fuerza de ver tanto la muerte. _Yo fui una princesa insatisfecha. _Toda la vida me quedé esperando al galán a quien debí darle mi corazón que poco a poco se depravó. Pero nunca llegó….nunca llegará. Por eso viajo…. Pago mis culpas. Llevo muchos siglos de estar viajando. _A la reja de mi castillo iban los trovadores a buscar la lumbre de mis ojos y una sonrisa de mis labios y encontraban la muerte. Ahora yo busco quien me descifre el misterioso jeroglífico que describen los cisnes heráldicos sobre los lagos azules, el que comprenda el lenguaje de los ruiseñores enamorados, el misterio de los arreboles de Abril, el que canta y muere cantando como el cisne; el que me diga la palabra cabalística que me haga detener en mi camino de princesa errante….”
Estuve a punto de decir la palabra….
Pero miré hasta el fondo aquellas pupilas ahora suplicantes pero siempre negras; pensé en los furores de aquella princesa cruel, y, sugestionado por sus palabras, yo también creí en la transmigración.
Nacho Valdés.
Cuento publicado en: Cuentos panameños de la ciudad y del campo.
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