Mi cofre de recuerdos,
por Zoraida Díaz
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Viejo cofre confidente de mis penas y alegrías,
que en mi cómoda pareces un simbólico ataúd
en tí yace sepultado, con reliquias de otros días
el cadáver de mi bella, de mi loca juventud.
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Al abrir tu frágil tapa como en otros tiempos idos
se levantan sollozando desde el fondo de tu ser
mil historias ya olvidadas, mil recuerdos ya perdidos
que se fueron con los años, para nunca más volver.
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Aquel rizo perfumado de negrísimos cabellos
tan obscuros que asustaban con su lóbrego negror
de aquél ángel. ¡Hija mía! de ojos cándidos y bellos
que cruzó como un meteoro por, mi noche de dolor.
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Esa rosa, ya marchita, por el tiempo y la distancia
que una mano cariñosa en mis bucles colocó
ya no tiene un solo pétalo, ni siquiera la fragancia,
de esa mano, que en mis trenzas blandamente la prendió.
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Esa carta amarillenta, donde letras indecisas
escribieron dulces frases de ternura y de pasión
vano es hoy sino la urna donde duermen las cenizas-
de un amor que está encerrado dentro de mi corazón.
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Viejo cofre confidente de mis penas y alegrías
que en mi cómoda pareces un simbólico ataúd
yo quisiera, en tí, burlando la carrera de los días
encerrar por siempre intacta mi preciada juventud!.
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Del libro: Nieblas del Alma.
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