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De la seca estación el sol ardiente
el verdor de los árboles mató
y sus hermosas hojas marchitó
una por una, el hálito inclemente.
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Por el campo quedaron, solitarias
las desnudas siluetas sin verdura
que en el silencio de la noche obscura
parecen, como sombras funerarias.
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Mas ya la Primavera con sus galas
al inquieto batir de níveas alas
va poblando los campos verdecidos.
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Ya perfuman el aire gayas flores
y se escuchan eróticos rumores
en los tibios plumones de los nidos.
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Del libro: Nieblas del Alma.
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