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La tarde expira en el confín lejano
entre un sudario de impalpable seda
y va llorando el toque de la queda
de monte en monte, hasta el confín del llano.
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El campanario, el pueblo, el valle, el río
todo entre la penumbra desaparece,
y no sé, por qué causa me parece
que hoy nada, nada de mi pueblo es mío.
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El mismo Cielo, la vereda estrecha,
el viejo tronco do gravó una fecha
mi mano, palpitante de emoción.
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Y pregunta mi espíritu angustiado,
será que solamente habrá cambiado
de tanto palpitar mi corazón?
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Del libro: Nieblas del Alma.
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