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(A mí madre)
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Víctima de la suerte caprichosa
agobiada, por mi trágico destino
arrastro yo, esta vida dolorosa
sin encontrar alivio en mi camino.
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Voy marchando entre espinas y entre abrojos
desangrándome el alma cada día;
ya no vierten ni lágrimas mis ojos
de tantas que vertieron madre mía.!
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El dolor ha matado mi esperanza.
Ha muerto hasta la fe en mi corazón
ni siquiera vislumbro en lontananza
la quimera feliz de una ilusión.
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Yo que he sido una eterna soñadora
de un fantástico ideal enamorada
cuando he creído que llegó la hora
he visto mi ilusión evaporada.
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Por eso, al contemplar mi adversa suerte
que en vano busca alivio a su amargura
con dulce placidez, pienso en la muerte
que sellará por fin mi desventura.
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Del libro: Nieblas del Alma.
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