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La sombra vaga sobre el día
en tonos de ceniza negro plata
y la fantasía de la mente
custodia el huracán de la locura.
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Llega el misterio del ojo dormido
al entrar la reina de la noche
y entre zarzas de mortal veneno
la pesadilla se apodera del silencio.
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Cósmicas imágenes legendarias
amarraban sus cabos en el hombre
agitando su pecho sudoroso
recorrido por extrañas convulsiones.
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Es noche de julio aterradora
donde el leopardo esconde
sus babeantes fauces
en el gentil canto del grillo.
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Tendido entre pliegues blancos
se pierde la miel en la lejanía
y cerdos de dolientes morros
la hiel le arrancan con fatal ternura.
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Se agiganta la terrible pesadilla
desbordante en heridas del pasado
y resucita sabores de los muertos
entre congeladas sonrisas veladoras.
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Los dedos se hunden en la mano
se tiñen del aliento los espejos
verdes estelas de espuma vacilante
recorren el camino de su cuerpo.
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Se estremece la pesada arquitectura
de piernas largas y costado estrecho
y entre redes de sábanas tibias
la ojerosa figura ve el día.
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En el horizonte se despunta el alba
la brisa clama al amor ligero
cubre de besos a la amante Tierra
despeinando la natilla de su alma.
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Sembró el musgo de su mente
en la noche ebria de escalofríos
mas al fin termina descendiendo
y gana la batalla otra vez el día.
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Del libro: Los pájaros endulzados
Con algunas correcciones de la autora
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