La ruta de los vientos,
por Pedro Rivera |
Panamá es el país más parecido
a la Rosa de los Vientos.
No es extraño que esto lo haya escrito un periodista
en una revista militar.
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Es cierto:
sólo que, bajo la lupa, más bien parece
una gota de sangre derramada sobre el mapa.
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Es un país que se construye de las cosas destruidas
No es dueño de sus mares ni de su espacio aéreo.
Tampoco es dueño de sus alegrías:
hasta los chistes nos llegan enlatados.
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Es una ruta,
un punto de partida, la Rosa de los Vientos,
aunque a veces de la impresión de una risa estancada.
No tengo la menor idea de cómo son las islas en el golfo.
Los que han ido reclaman su belleza tartamuda.
Cuentan que el viento del sur silba entre las hojas.
Cuentan que el sol se desmaya en las noches
con el desdén de una muchacha.
Los cocoteros son como sexos que hacen gemir de gozo
la piel erizada de las islas.
Es el plato fuerte del turismo.
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Panamá se abre en el mapa como la Rosa de los Vientos.
Se dice que es la cuna de los mejores jinetes del mundo.
Hemos dado al mundo muchos campeones mundiales de boxeo.
Tenemos un campeón bate en las mayores.
Somos gente orgullosa.
Casi tenemos orgullo de nuestros 200 mil analfabetas.
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Con el tiempo – también con el Canal – Panamá es el país
más parecido a la Rosa de los Vientos.
El cobre de Chile por estas aguas pasa.
El petróleo de Venezuela por estas aguas pasa.
El estaño de Bolivia por estas aguas pasa.
A pesar de nosotros por esta tierra pasan los barcos artillados:
la dinamita que matará niños en todos los puntos del planeta.
Una entraña abierta al amor conduce las bombas al sudeste asiático.
Por aquí pasa la sangre de todos los pueblos explotados
el sufrimiento de todos los hombres de la tierra.
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Esa sangre mancha nuestra propia sangre.
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Del Libro: Libro de Parábolas
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