A nuestras cenicientas, también es bueno que se diga
al final las violan el contralmirante, el capitán
el sargento y también los miembros de la orquesta
--le dan el redoblón y además se filma--
luego toman sus alhajas de oro
o su cinturón geográfico, su sal, su cobre
y la gozan
unilateralmente
bajo la mirada cómplice de la abuelita burguesa
que en una mecedora, enferma
cuenta dólares con los pies y las manos.
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