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¡Ah¡ si borrar pudieras la clámide sombría,
para poder alzar los ojos a la altura,
sin chocar tus miradas con esa estrella pura
que amamantó de luz tu quimera y la mía. |
Mudan almas y cosas y su fulgor perdura;
oh casto cirio pálido que allá en la lejanía,
de los abismos eres bajo tu nave oscura,
la lámpara votiva de mi melancolía. |
¿Recuerdas? Tú adorabas ese rubio lucero.
Con sus etéreos hilos tejiste los mejores
encajes de ilusión que alfombran tu sendero. |
Hoy esquivas su lumbre con un temor contrito
y te tortura el beso de sus tibios fulgores
como un remordimiento clavado en lo infinito. |
Publicado en:
La Estrella de Panamá. Domingo 11 de febrero de 1973.
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