|
|
|
|
A Efraín Huerta
|
A dentelladas muerdo día a día
no la cal ni la muerte de que os hablan,
sino el peso mortal, la gran azada,
que sigue socavándonos la vida.
|
Y persisto en decir que nos rodean
mil tentáculos rubios y malignos,
arcángeles cornudos, corrompidos,
y un turbio tiburón con piel de oveja.
|
Benefactores de ultratumba: alzo
más que recia mi voz el puño airado
y apostrofo la paz de vuestros oros;
y si en la tinta debo, morir pido
que así sea, que nunca melancólico
sí fiero, defiéndome a mordiscos.
|
Del Libro: Aquí sobre esta tierra.
|
|
|
|
|
|
|