|
Dictinio, Hermano Santo, venid a mi pues lloro;
yo llevo dentro el alma un amargo penar;
hay ansías en mi espíritu por la mujer que adoro,
por esa esfinge ingrata que no puedo olvidar!
|
Venga el Hermano; escuche por la tal mi oración,
y con gesto mágico de santo consagrado,
aparte con su verbo las sombras del pecado
y lea lo que hay escrito aquí en mi corazón.
|
Santiguándose entonces Dictinio puso en mi alma,
con su santa palabra, frescura celestial,
sonrióse tristemente llenándose de calma
y conjuró el espíritu del Olvido y del mal.
|
Mas parecióme luego que del santo el vestido
despedía de la Arabia los perfumes más suaves,
y al hablarme, sonaba su voz como un quejido
algunas veces, y otras como un arrullo de aves
|
Y entonces el Hermano leyó: Salve María,
porque eres tú perfecta como obra extraterrena;
salve porque eres bella, muy joven y muy buena
y condensas del Poeta la sagrada alegría.
|
Y el Hermano muy triste dijo después:-Acaso
el enigma de su alma descifrar no pudiste?
“Yo le rindo homenaje” le musitaste al paso,
una noche en que estabas profundamente tiste.
|
Y ella ignora quién eres; tu penar y tu duelo;
en su alma no ha quedado de ti ninguna huella;
mas sé bueno, sé firme y en la luz de una estrella,
dile que ella es el todo de tu más amplio anhelo.
|
Y el Hermano marchóse después de su consejo
con los ojos brillantes fijos en el breviario,
y sonaron cual risas las cuentas del rosario
y yo quedéme triste… y me sentí muy viejo…
|
Publicado en: Nuevos Ritos, Año II, N° 30. Panamá, Junio 30 de 1908.
|