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Nada hay tan puro como el sonido,
nada hay más grato que la harmonía,
ni infunde tanta melancolía,
como la nota que es un gemido.
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Cuando el recuerdo desvanecido
vuelve a nosotros cual melodía,
nada hay tan puro como el sonido,
nada hay más grato que la harmonía.
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Y aunque tú pones entristecido
con un scherzo de fantasía
al ser que adora sin ser querido,
nada hay tan puro como el sonido,
nada hay más puro que la harmonía.
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1897.
Publicado en: El Mercurio, Año VIII, N° 893. Abril 17 de 1897.
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