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Llena de envidia tal vez
o modesta ruborosa
de tus cabellos a tus pies
rodó una encendida rosa.
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Una mano presurosa
la levanto y muy cortés,
la guardaré por hermosa
el galán dijo después.
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Y yo ignoro por qué ahora
pienso, con firme tesón,
en esa flor seductora
que fue Bella; que hoy no existe
y es todavía una ilusión
muy simbólica y muy triste.
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Publicado en: El Heraldo del Istmo, Año I, N° 7, abril 28 de 1904, Panamá.
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