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(Salón de París)
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Yo no la admiro así, con su altanero
gesto de virgen al amor esquiva;
cuando sobre la caza fugitiva
arroja el dardo rápido y certero.
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Ni tampoco en su símbolo guerrero,
la Hécate implacable y vengativa,
que da a los brazos cólera agresiva
y pone el exterminio en el acero.
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Pero la adoro cuando en alta noche
cruza, rigiendo su argentino coche,
bajo el azul, de estrellas florecido;
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y llegando a la gruta misteriosa,
como la casta, enamorada esposa,
besa en los labios a Endimión dormido.
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1903
Publicado en: El Heraldo del Istmo, Nº 15. 27 de Agosto de 1904.
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