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A Don Jil F. Sánchez |
Y cabe las gradas de está el tabernáculo
se escucha la lira y sonoro tambor;
el humo de incienso mistral desparrama
y de ánfora sacra en raudal se derrama
la miel del Himeto y la luz del Tabor.
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Se agita en la noche borrosa y undívaga
la sombra del héroe que va a combatir;
no hay manos que porten el triunfo las palmas,
silencio en las bocas, silencio en las almas,
el héroe está solo: ¡quizá va a morir!
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Rumores lejanos de voces proféticas
atizan la hoguera de ingénita fe,
y ya del azar en el hórrido embate
percíbese turbia después del combate
la forma errabunda de algún Thenardier.
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De Pluto los entes arrojan su sátira
al magno, bizzaro, terrible adalid
que lucha entre el fuego o el frío de la escarcha,
en tanto gozosa la piara va en marcha
orillando lo muerto y gruñendo feliz.
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Se inicia en la sombra la brega terrífica,
y al grito de angustia y de olvido feroz,
los cerdos del oro maldicen lo enclenque
y vueltos los ojos al áureo palenque
esperar, esperan del triunfo la voz.
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El ínclito esfuerzo ya excelso, ya agónico,
opone del denuedo al combate fatal,
y al golpe del Hado en sus iras más locas
de astrosa caterva se mira en las bocas
ya vuelto el silencio la frasee boza.
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No cede a lo adverso ni el nervio ni el músculo
si pica, ingente, la fuerza es virtud;
no cede medrosa a la voz detonante
del cruel desaliento, del bravo gigante
que envuelve la envidia en extraño capuz.
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Palissy el esmalte, la tierra Cristóforo
¡Oh! Sacra firmeza que es verbo en Moisés!
De ti brota el nombre purísimo egregio,
que rubia canéfora ansía en florilegio
llevar en su seno cual fresco laurel.
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Divina es la frase que anuncia el espíritu
que surge glorioso en mañana augustal;
que rompe a fuerza de golpes la envidia se asombre
al verlo extrahumano cual genio pasar.
Y atrás la montaña dejando, en lo íntimo sé
agote la savia de amarga raíz;
feliz si tal héroe con mano de hierro,
mirando la turba ante el áureo becerro
le arroja un mendrugo con asco gentil!
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Feliz sí en sus noches del odio satánico
no ve la silueta de bestia espectral,
y sí del propíleo el brillante oriflamas
que en algo reluce a la luz de la fama
que próvida lleva la flor inmortal!
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Y allá entre las rosas y mirtos y sátiros
no escuchas la lira y sonoro tambor?...
es bronca sonata de chusma rastrera.
Gruñido de piara que marcha altanera
después de estar harta de estiércol y sol.
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Publicado en: El Heraldo del Istmo, Nº 1 del 3 de enero de 1904.
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