Sentir el fuego de la sangre
cruzar las venas como ardiente lava,
y ser el alma venturoso nido
de ideales y ritmos y esperanzas;
muy lejos de pasiones viles, lejos
de la bajeza y de pasión que infama,
sin inquietud porque rugió la envidia,
y sin envidia por las glorias falsas
que en la mañana se levantan locas
y por la noche su esplendor es nada,
Vivir, pensar, correr un día
tras la indecisa huella de un fantasma,
y correr y correr, y nunca, nunca
poder asirla en las supremas ansias;
sentir la sed del inspirado verbo
cuando en la noche vívidas resbalan
por ardorosa frente las ideas,
sin que a la voz, en la voraz hornaza
de espíritu de cieno, no responda
un vil aullido o sorda carcajada;
culto rendir a la belleza excelsa,
a la justicia a la pasión sagrada,
y sólo ver un carnaval grotesco
a los salvajes gritos de matanza,
de rufianes y rameras que se estrecha
en la noche bestial de su algazara;
¡oh! tal sucedió al trovador amigo
que habita ya la sepulcral morada,
bajo el ardiente sol de nuestra tierra
y a orillas de la mar que tanto amaba.
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