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(A Luis Baruco) |
Llevar la frente siempre oscurecida
por un oculto y triste pensamiento,
pensar, y sentirse devorado
por un afán incomprensible, eterno,
buscar la dicha
y encontrar deshecho
lo que soñó la inspiración ardiente,
y entregarse a placeres de un minuto
que será un siglo en el dolor acerbo;
luchar, y ver la sangre de la heridas
salir a chorros del altivo pecho,
y no tener gemidos que interrumpan
de las sombras el lúgubre silencio;
agitarse en eterna incertidumbre,
alzar las manos de dolor al cielo;
dormir y sentirse desgarrado,
despertar y encontrase en un desierto;
ver a distancia la espumosa copa
de eterna dicha y de placer eterno,
y no poder llevarla a nuestros labios
ya por la fiebre cárdenas y secos,
sin fe, sin ilusión sin esperanza,
muerto el pasado, el porvenir incierto,
y oír la sangrienta carcajada
que lanzan los demonios del infierno,
tal le sucede al soñador iluso
cuando el engaño desgarró su pecho.
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Venid vosotros de la edad pasada,
¡oh! De la infancia imágenes de fuego,
y las marchitas sienes de los bardos
refresque vuestro aliento;
broten sonora, las robustas notas,
del inspirado plectro
y giman y suspiren temblorosas,
las cuerdas del arpa en nuestros dedos;
ornad de rosas, mirtos y violetas
la brillante creación del pensamiento,
y del poeta en su dolor profundo
el Alma levantad en el silencio,
y cuando todo en la sombra de la noche
vaya a ocultarse entre su oscuro seno
y perdida en las tinieblas de mi alma
me ahogue la impotencia entre mi pecho
cuando ansiando paz; torciéndome las manos
con sorda angustia en el dolor supremo
contemple a la luz de las estrellas
y de la luna al pálido reflejo,
exista para siempre mi esperanza
y consumido mi amor el fuego,
cuando el embate de la mar que gime
o a los gemidos lúgubres del viento
escuche en el espacio tremebunda
la voz querida de un adiós eterno,
para entonces ¡Ah! Sólo para entonces,
¡Oh! De a infancia imágenes de fuego
circuidas de auros resplandores
os aguardo por siempre en mis recuerdos.
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Publicado en: El Aspirante, 18 de abril de 1891.
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