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Saloma,
por Simón Rivas

¿Qué débiles y obscuras serán las postrimeras
estrofas que te envíe mi viejo corazón? …….
                        recuerda mi entusiasmo,
                        recuerda las primeras
que te escribí una noche de ensueño y de pasión.

Es cierto que el destino con que impotente lidio
Ha impreso en mi ideal enfermiza palidez;
                        es cierto que el cansancio,
                        la pena y el fastidio
mis emociones trunca en hosca lobreguez.

Es cierto que en su duelo el alma conmovida
no tiene aquella fuerza de cíclope o titán,
                        que al músculo da sangre,
                        y al nervio de la vida
vigor imponderable de un nuevo leviatán.

Porque el esfuerzo estéril, el desaliento adusto
socava inexorable la vida en su raíz,
                        y exangüe deja y pálida
                        en el pensar  robusto.
La fe de los artistas que ven  el porvenir.

Para los días funestos,  para la noche larga
no existen ya las preces, no existe el tragaluz,
                        por donde el alma inquieta
                        bajo la pena amarga,
como futura gloria miraba blanca luz.

Y faltan las auroras y las hialinas gotas
del húmedo rocío brillando en el rosal,
                        y los antiguos versos,
                        imágenes remotas
de lirico deleite con verbo pasional.

La falta de tu rostro mi corazón destroza
cuando el recuerdo deja su lúgubre amargor,
                        y bien quisiera a veces
                        con mustia y débil prosa,
que oyeras de mis luchas el áspero clangor.

A media noche, al raso, cuando la luna endecha
con sus silentes rayos su amor a la quietud,
                        presiento que en la sombra
                        tu espíritu me acecha,
del buen decir del numen me indica la virtud.

Y que amorosa, ingenua en impoluta veste,
y no en vulgar promesa me ofreces tu pasión,
                        con un risueño dejo
                        como de azul celeste,
que al arte da en su gloria feliz coloración.

Cuando me invade a solas tenaz melancolía
y un pavor me asalta si te sueño sideral,
                        como un analfabeto
                        que teme en la poesía
hallar de la miseria el vórtice fatal:

De nuevo de tu vida mi corazón comparte,
y vuelve mi plegaria que la recuerdas tú;
                        y mírote en los cielos
                        y mírote en el arte,
y en los rosales rojos y en la irisada luz.

Aliéntame si expiro a los golpes de la insidia
que se retuerce horrible en la tiniebla soez,
                        y en el hocico hirsuto
                        de la infeliz envidia
no dejes ni una fibra del inmortal laurel.

Que no será mi única, que no será postrera
esta que te envío dolorosa vibración,
                        porque tendrás cadencias
                        como la vez primera,
que te darán las nuevas del numen triunfador.


Publicado en:
Nuevos Ritos, Nº 16 de 15 de septiembre de 1907.


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