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Detrás el vecino huerto, como un tigre,
Pedrarias acechaba. Límpido, claro,
el aire calcinante,
de sal y aroma estaba saturado;
el cielo a trechos rojo.
el mar a trechos, gualdo
y con solemne languidez las aves
iban por el espacio
con las menudas alas como lienzos,
que fueran leves, tímidos llamando.
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Hosco el semblante, vívidos los ojos
Pedrarias en acecho,
continuaba mirando hacia la plaza …..
Y érase un grupo funeral y regio
de largas picas, negras alabardas
que portaban hombres de vestir de hierro;
y fue un rugir que trepidó en los montes,
y fue un clamor que resonó en el cielo,
y dicen que Pizarro estaba torvo
contemplando a Balboa que estaba muerto.
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Pedrarias como un tigre,
con gesto sanguinario caminaba;
golpeóle el aire la ardorosa frente,
y satisfecho, vueltas las espaldas
al bárbaro suplicio,
de entre el boscaje la india que adoraba
el rival decapitado, de pronto
surgió llorosa, y con voces trágicas,
así le dijo al sollozar del viento
que hacía mugir las olas en la playa:
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¡Señor, ya sois feliz! ¡Yo sin ventura!
¡En nombre de Balboa te doy las gracias! …….
Y triste la india se perdió en la selva
que hizo más hosca una tiniebla bárbara,
cual se perdiera en el confín brumoso
una visión morena y desolada-
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Publicado en:
Nuevos Ritos, Nº 4 de 15 de marzo de 1907.
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