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Herido de muerte el guerrero en la selva
al águila dijo:
Oh! tú, que el espacio con alas enormes
triunfante le cruzas en vuelo imperial,
recuerda la carne de cuerpos deformes
que di a tu aguilucho en batalla campal.
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Acércate, vuela ¡Oh! mi águila blanca!
por el beneficio,
antes que del pecho tu pico de acero
lleve a tu aguilucho mi gran corazón,
toma en tus garras mi escudo guerrero
y mi pañizuelo que es prenda de amor.
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Entrega a mi hermano mi escudo y mi lanza,
y mi pañizuelo
a la que yo adoro de noche y de día,
a Dorinda mi amada, Dorinda la fiel;
Dorinda que endulza mi triste agonía
ahora que siento la angustia más cruel.
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Ve, dile a mi hermano que vengue la sangre,
la sangre fraterna;
que empuñe mi lanza robusta, afamada,
surgiendo a la gloria en magnífica lid;
y con mi pañuelo, dirás a mi amada
que enjugue su llanto, rogando por mí.
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El escudo y la lanza el águila blanca,
con el pañizuelo
los toma en sus garras, y rauda se interna
en hondas regiones con vuelo imperial…
y, ebrio al hermano lo halló en la taberna,
y vio que la amada ya se iba a casar.
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Publicado en:
Nuevos Ritos, Nº 2 de 15 de febrero de 1907.
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