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A Julio Flórez |
Solos sentados en la roca estéril
que la tormenta con furor golpea;
la sed su fuego derramó en su boca,
en el cerebro despertó la idea.
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Pensando, tristes, en los tiempos magnos
que legendaria excelsitud corona;
vivo el recuerdo de bizarros triunfos
que fama ilustre con su voz pregona.
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Torva la noche nos cubrió en silencio
el ideal de nuestro amor borrando,
y lentamente, por confín brumoso,
iban tristezas y dolor pasando.
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Los más resueltos con viril acento
alzando al cielo de pesar las manos,
aún puede en lucha desigual, decían,
el pensamiento derribar tirano….
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Puede su augusta majestad cesárea
matar la infamia, confundir el crimen,
y mitigar con generoso aliento
las sordas ansias que en la noche oprimen.
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Pueden con golpe decisivo, ardiente
segar miserias, demoler murallas,
con óleo santo de virtud austera
ungir las almas y ganar batallas.
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Puede sus alas desplegar potentes,
y en vuelo firme, rápido, espontáneo
águila fiera desgarrando el aire,
del despotismo destrozar el cráneo.
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Y vuelto lluvia de salud eterna
humedeciendo calcinadas frentes,
dar más firmeza para nuevos triunfos
en los combates del error ardiente.
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Con las tinieblas del dolor se nutre,
con la visión del porvenir chispea;
todo florece con su luz y canta
si en la dormida dignidad golpea.
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Ha de pasar la oscuridad sombría
que deletérea emanación exhala,
con su alarido pasará la sombra
y las tristezas de la noche mala.
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Publicado en: El Duende, 29 de junio de 1896.
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