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(A Valia)
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Quiero que sepas,
que en este instante
experimento la tortura
demoledora y angustiante
del silencio aterrador que
acompaña tu ausencia.
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Sueño,
en procura de alivio,
con escuchar tu voz
y beberme sorbo a sorbo
tus caricias y tus besos.
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20 de agosto de 1998, 10:30 a.m.
Del libro: El Don de la palabra
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