Una estrella sin nombre adelgazaba la corriente de un río.
Blancos cuervos adormecidos montaban guardia en las riberas.
Apenas unas rocas manchadas por la brisa,
unas lianas lechosas y sin vida nocturnadas;
pero cada cosa adjetivada en el orden del silencio,
cada cosa mostraba su reverso indecible,
cada cosa completaba su esfera misteriosa
en el límite extremo de su propia creación.
Yo me llevé las manos a los labios
queriendo llegar a 10 en el desamparo de su belleza.
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