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Dicen que allá en un lucero
una niña se escondió
al jugar al escondite
y en tu regazo cayó.
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Por eso, madre, te quiero
porque esa niña soy yo.
Y aquí en tus brazos, señora,
el susto se me pasó.
Fue así como nos encontramos
en este mundo las dos.
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Como en tu seno, mamita,
lo que buscaba encontré,
una linda madrecita,
tan buena y tan rebonita
con la que tanto soñé;
por eso madre te quiero,
por eso te quiero yo.
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Del libro: Mensajero del Reino
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