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Qué sombra más sublime es esta sombra leve
del recordar constante, del asíduo soñar;
la imagen imprecisa como una flor de nieve
y el corazón, ufano, saltando sin cesar. . .
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En el paisaje exótico, la verde selva erguida,
los caminos perdidos y el viento sin timón. . .
cómo toman aliento, cómo asoman la vida,
cómo guían los pasos a una misma mansión.
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Y hay un dócil anhelo de ser amplio y constante,
ubícuo, multiforme, luminoso, fugaz;
de apagar las antorchas que no vayan delante,
de encender las tinieblas que no vayan detrás. . .
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Alma creadora: ata las bridas a esta añeja
sed de pisar los mismos senderos, de volver.
Haz cada día un mundo de nuevo limo. Aleja
los labios de mañana de la copa de ayer. . .
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Del libro: Antología Poética
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